sábado, 4 de julio de 2015

Conversaciones con el amigo: Tributo a la Amistad

 
Cuando la amistad lo es de verdad, es decir, cuando se sustenta en el amor, cuando es incondicional, se nos revela a sí misma en el momento del reencuentro. Habían pasado muchos años, no recuerdo cuántos en realidad, desde que mi amigo y yo nos viéramos por última vez. Ahora, los vientos soplaron y propiciaron un reencuentro que bien pudiera decirse que fue casual. Palabra, la del reencuentro, que utilizo porque permite entendernos, pero que trataré de explicar por qué no es la adecuada. La amistad, cuando lo es de verdad, se presenta de tal forma que el tiempo se desvanece, y al cabo de pocos instantes los amigos se sorprenden en el comentario de que "parece como si no hubieran pasado los años", sí, tantos años. Pareciera que sólo habían cambiado los temas de conversación, los de hace veinte años con las ocupaciones o preocupaciones de antaño, las de ahora con las propias del momento presente. En el encuentro con la amistad no es importante el amigo, lo que yo pensaba o creía acerca del amigo, lo fundamental es el amor que se manifiesta en toda su dimensión, mostrando que el amor siempre está presente sin tiempo ni condiciones. No hay pasado ni futuro, hay amor, y el Amor nos pide eso, que le permitamos expresarlo y serlo porque esa y no otra es nuestra naturaleza esencial.
Ese es el regalo que nos hace la Vida. Más para poder apreciarlo hay que estar abierto de mente y de corazón, permitiendo que la Vida se muestre tal cual es sin querer modificarla. Si, lo sé, lo comprendo, cuán dificil parece, pero no por ello la eterna paradoja dejará de invitarnos siempre a la experiencia de mudar desde la aparente renuncia de la seguridad que tengo por la de una intuición o vislumbre del Ser amor pleno. La invitación es al amor que nada pide, al que por esencia se muestra como pura donación. Donación que no es sacrificio, donación que no es tristeza por la vida que ansié pero que no pude vivir, por la que creí que otros me impusieron. No se trata de mirar al pasado y sentir desde la nostalgia, se trata de mirar la vida con sencillez, sin exigencia alguna, porque en este acto de darnos a la Vida ella se regala a Sí misma haciéndonos partícipes del gran secreto: no hay separación, no hay distancia, no hay reencuentros, tan sólo amor que se place en fluir de instante en instante, imperecedero, inmutable.

La Vida me hace regalos, al tiempo que susurra:
"vívelos tan sólo como presentes,
pues eso y no otra cosa son;
no los busques en el recuerdo de un pasado
ni los ansíes en el porvenir de un futuro.
Si acaso sintieras que fluyen con el viento
no los retengas
vuelve en ti al presente
donde el temor y deseo se desvanecen
en lazos de Amor que todo renueva y envuelve".

La Vida propicia encuentros porque es su Naturaleza estar presente, nos habla a través del amigo. Cada uno enseña al otro el bagaje de su experiencia, se completan, y entre ambos agrandan y expanden su pequeñas conciencias en una mayor con sede en la amistad, en el Amor. Esa la caricia de la Vida que no se esconde ni aparta, aunque por un tiempo nuestros ojos permanezcan ajenos, y si en algún momento llega el desconsuelo o la fatiga, no hay cuidado, confía siempre, que el Corazón bien sabe que la Vida es la única amiga, la que adopta todo rostro visible, también el del amigo.

Dedicado con amor y reverencia a la Vida, que se regala a Sí misma en forma de amigos.

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