Para mi la mediación tiene sentido en tanto que nos acerca a los seres humanos, nos permite descubrir lo que se esconde más allá de la apariencia, -a la que yo llamo también "conflicto"- y adentarnos en la esencia común, -a la que yo también llamo "fraternidad". Este silenciamiento se corresponde con lo que yo denomino automediación, porque abordar la mediación o cualquier acto de la vida desde el protagonismo personal constituye en sí mismo un conflicto de intereses entre lo que de verdad importa -el acercamiento de los mediados y la sanación del dolor que todo conflicto les acarrea- frente a lo circunstancial, como sería cualquier intento de un sentir protagónico Este sentir interesado tiene el peligro de convertir una sagrada oportunidad a una oportunidad desperdiciada. Si podemos intuirlo, no silenciar nuestro bagaje personal es algo así como estar renunciando al Todo por querer afirmar nuestra pequeña parte. Es renunciando a nuestra pequeña parte como nos dejamos encontrar por el Todo.
Yo se que muchos no creen en la neutralidad, y ello porque no creen en la capacidad cierta de silenciamiento del que nos habla Tula o bien porque no tuvieron siquiera un atisbo de la experiencia profunda del silencio. Yo se bien que es posible, y además necesario, y además y a la postre inevitable. En mi artículo "El Espíritu de la Mediación" en su apartado "Coherencia interna de la mediación" afirme que la neutralidad que se nos exige a los mediadores viene referida a la relación del mediador consigo mismo. Sí, lo mantengo, este trabajo de silenciamiento nos conduce a la conquista de ese "hombre eterno" desde nuestra actual condición de "hombre transitorio", de los que con frecuencia hablo, y que reconozco en cada ser humano. Si, y lo mantengo porque este silenciamiento equivale al despertar a todo un universo de posibilidades y, como también dijera "Este despertar, implica lucidez total, inclusiva, que comprende y no juzga, sin que sean otros valores del mediador que su conciencia de unidad los que se pongan en juego. El mediador, en este ejercicio sagrado de neutralidad consitituyéndose como hombre eterno en el proceso de la mediación, ha dejado silentes las convicciones personales que como hombre transitorio pudiere ostentar. Este silencio no debe confundirse con falta de lucidez ni con un proceder en modo piloto automático, al contrario, es garantía de buen hacer en tanto que toda la atención y la lucidez están presentes".
Gracias José Antonio Veiga.
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